agosto 10, 2009

“La racionalidad implicada en la lógica del capitalismo y la división del trabajo”


Introdución

Desde el origen del capitalismo, (a partir del siglo XVI), este sistema económico ha generado diversas interpretaciones o corrientes teóricas que han venido a dar cuenta de su lógica y del tipo de relaciones sociales que subyace tras este modelo, el cual se sustenta, en el libre mercado.En este trabajo, por tanto, se intentará analizar la lógica racional del sistema capitalista y el tema de la división del trabajo, este último, como un eje transversal que ha sido estudiado por connotados autores.

Las lógicas del capitalismo

Tal como le señala Smith –para quien el capitalismo es un estadio natural en las relaciones sociales- este modelo o sistema económico se basa en el libre mercado como eje central, ya que para éste, el mercado es capaz de regularse solo, por que el llama la ‘mano invisible’. Dicho mecanismo –la mano invisible- asegurará, a juicio de Smith, la armonía y el normal equilibrio de los factores de la economía y por lo tanto, la armonía social.

Esto último tiene directa relación con que al asegurar el funcionamiento del libre mercado, los factores de la economía buscarán las máximas rentas posibles. De esta manera al interior de la sociedad, y por la naturalidad que regula al mercado, -‘la mano invisible’- se podrán producir los bienes adecuados y a los precios adecuados, lo que provocará que a fin de cuentas, el conjunto de la comunidad obtenga riqueza posible.

Lo que será posible, claro –como señala Smith-, mientras siga vigente la libre competencia, debido a que si se limitase, la ‘mano invisible’ dejaría de funcionar y la sociedad cargaría con las consecuencias, como el aumento del desempleo, desequilibrios, etc.

Por tanto, como primer elemento que subyace en la lógica y racionalidad del capitalismo, es lo que Smith, señalaba con la expresión popularmente conocida, la del ‘laissez faire, laissez passer’, es decir, el dejar hacer y dejar pasar, que dice relación con que el libre mercado y la no intervención externa en el mercado debe primar en el desarrollo de las sociedades, y provocara a juicio del autor acumulación de riquezas y crecimiento económico.

Otro ejemplo importante tras la racionalidad capitalista es el de la división del trabajo, la cual posibilitará, -a juicio de Smith- el incremento sostenido de la riqueza, ya que aumenta la destreza de la fuerza de trabajo, ahorra tiempo y permite la utilización de instrumentos mecánicos, lo que provocará que el capitalista aumente de forma significativa sus ganancias.

En una línea de análisis similar a la de Smith, David Ricardo, realiza un aporte a la teoría de la división del trabajo de Smith, añadiendo el concepto de las ventajas comparativas.

En el sentido practico una ventaja comparativa sería una superioridad (basada en mayor mano de obra, desarrollo industrial, científico y tecnológico) de la cual disfrutaría un determinado país por sobre otro en la elaboración de un producto cuando éste se puede producir a menor costo, en términos de otros bienes y en comparación con su coste en el otro país.

Situación que claramente hoy en día podemos observar dentro de la división internacional del trabajo, donde vemos que los países desarrollados o del centro, cuentan con ventajas comparativas –a las que les dan un mayor provecho- lo que los hace estar en condiciones ventajosas por sobre los países de la periferia, que si bien tienen sus propias ventajas comparativas, podríamos decir, no son del todo utilizadas.

De esta manera observamos que para estos autores de la economía política clásica, los ejes que subyacen dentro la lógica y racionalidad del capitalismo, como lo es el de la división del trabajo tienen un rol e importancia trascendental en la etapa de acumulación de riqueza para los capitalistas.

Por otra parte, mientras que para Smith la división del trabajo es un elemento asociado a la acumulación de riquezas, para Durkheim, la división del trabajo es una condición objetiva de la convivencia humana, la cual toma forma en el momento en que la densidad dinámica de las relaciones sociales aumenta; y por ende de la sociedad, comienza a complejizarse dando paso a la especialización de funciones al interior de la sociedad, amparada en la idea de progreso.

La idea de división de trabajo en Durkheim, contempla a su vez una de división social que es moral, puesto que implica que cada individuo ponga énfasis en sus funciones con el objetivo de alcanzar el bien común.

“Puede decirse que es moral todo lo que constituye fuente de solidaridad, todo lo que fuerza al hombre a contar con otro, a regular sus momentos con arreglo a algo más que los impulsos de su egoísmo”[1] .

De esta forma, dicho anhelo de bienestar sólo será posible al interior de una sociedad compleja, en la cual la elevada densidad dinámica haga que los individuos se complementen mutuamente.

Así la división del trabajo al hacer posible que los oficios se complementen con el objetivo de alcanzar el bien común, genera que las relaciones sociales adquieran carácter de solidaridad en cuanto que cada individuo dependerá de las funciones específicas de otro individuo particular.

“Los deberes del individuo para consigo mismo son, en realidad, deberes para con la sociedad, corresponden a ciertos sentimientos colectivos que ya no se permite ofender”[2]. De esta manera, Durkheim señala que no es posible la solidaridad, y por tanto el progreso sin división del trabajo.

Las lógicas de la racionalidad capitalista, se fundan en el componente de la división del trabajo, para Marx, a diferencia de Durkheim, señala que la división del trabajo y la lógica capitalista, generan la alienación o enajenación de los sujetos. A partir de esta enajenación, el sujeto, producto de la división del trabajo, comenzaría a relacionarse con éste de forma extraña, el trabajador se relacionaría con el producto como algo ajeno que lo domina desde la objetividad productiva.

A juicio de Marx, el trabajo enajenado transformaría la misma naturaleza del sujeto, convirtiéndola en algo ajeno a su realidad, el trabajo, por tanto, se presentaría ante el sujeto sólo como un medio se subsistencia, como una herramienta para lograr tanto su satisfacción como su existencia física.

La propiedad privada sería, por consiguiente, el resultado del trabajo enajenado que conlleva la conversión del sujeto en objeto, dada la alienación con lo producido que, a su vez, en manos del capitalista, se cristaliza en la forma de mercancías extrañas al trabajador.

La lógica capitalista y la división del trabajo en Marx, sustentan la idea de la enajenación del sujeto de si mismo, esta alienación surge conjuntamente a la propiedad privada de los medios de producción.

A juicio del autor, la superación de esta enajenación no se sitúa a nivel de consciencia sino que, por el contrario, descansa en la transformación objetiva del régimen capitalista. El materialismo histórico como medio de análisis de la realidad social, sostiene que tanto la transformación de la estructura social como la superación del capitalismo, estarían determinadas por modificaciones objetivas de las bases económicas de la sociedad capitalista.

Por otra parte, a juicio de Weber, para lograr comprender de manera efectiva la racionalidad implicada en el capitalismo de mercado, es preciso a priori, llevar a cabo un análisis retrospectivo sobre las razones implícitas que estarían detrás del argumento del autor respecto a la racionalidad.

De esta manera, para comprender la lógica weberiana, es fundamental mencionar que para el autor, tanto las relaciones sociales como las consecuencias inmediatas de ellas, están fundadas en la idea del sentido el cual, seria el factor motivante de la acción, el sentido seria así, el motor de los actos de los individuos en su relación con otro. El sentido tendría valor de significado y adquiriría forma simbólica. Este sentido, en el cual Weber fundamenta su argumento, se confirmaría en la práctica por que se intercambiaría en las prácticas sociales.

Así, para el autor, lo que estaría tras la existencia de las relaciones sociales es lo simbólico, es decir, el hecho de que hay mentes produciendo contenidos permanentemente, con lo cual seria posible aseverar y afirmar la existencia de significados detrás de la sociedad y, a su vez, como motor de la misma.

Según Max Weber, existen cuatro tipos de racionalización que motivarían la acción de los individuos: la racionalización basada en la tradición, la racionalización basada en los afectos, la racionalización orientada por los valores y la racionalización instrumental.

En la comunidad, predomina, a juicio de Weber, una racionalización parcial, en la cual, existe una confraternización personal y casi siempre, de lazos sanguíneos. En ella, no puede haber una racionalidad instrumental por que los individuos en la comunidad no esperan ganancias de los otros individuos, sino que más bien se rigen por parámetros de clara afectividad. Pese a lo anterior, con la ampliación de las relaciones laborales y la posterior división del trabajo, aparece una nueva forma de interacción social, caracterizada por la racionalidad y por los criterios de utilidad, en la cual los individuos comenzaran a buscar, permanentemente, obtener el mayor beneficio al menor costo. Esta emergente forma de interacción social encuentra forma en la idea de sociedad. “Aparece ahora como (arque) tipo de toda actividad societaria racional la socialización que, en virtud del cambio tiene su esencia en el mercado”[3]

Si bien es cierto, con el surgimiento del mercado como nueva relación social, ahora de intercambio económico, continúo teniendo fuerza una suerte de socializaciones, estas esconden una existencia efímera. Así, las relaciones sociales entre personas se extinguirían en el momento en que el intercambio de productos o de medios de producción ha sido consumado

De esta manera, en la comunidad de mercado, la acción de cambio no estaría fundada en la acción con otro, dado el surgimiento de nuevas formas comerciales tales como el mercado de capitales, en el cual no son personas las que interactúan, sino más bien el dinero como mecanismo de cambio. “La comunidad de mercado es la relación practica de vida más impersonal en la que los hombres pueden entra. Semejante objetivización, repugna a todas las originarias formas de las relaciones humanas”[4]. A su vez, el mercado, para lograr imponer su libertad, debe romper con los limites que ante el se presentan en la forma de asociaciones estamentales monopólicas, esto por que a medida que el capitalismo económico se va fortaleciendo, necesita, para su existencia, la liberación ante los limites impuestos por los monopolios de venta estamentales.

Pese a este intento de absoluta autonomía, Weber sostiene que, la anhelada extensión del mercado libre llegara hasta un límite en el cual, las personas interesadas en sentido capitalista, buscaran nuevamente imponer un monopolio sobre los medios de producción, estableciéndose con ello, una diferenciación entre dos formas de monopolios; el primero fundado en los Monopolios estamentales, el cual buscaría restringir el mercado reafirmando con ello su poder, y el segundo fundado en los emergente Monopolios económicos racionales, que en su lucha por la extinción del primero, buscarían dominar a través del mercado.

De esta forma, es posible concluir que el tipo de racionalidad que esta implicado en el funcionamiento del mercado, respondería a una racionalidad instrumental que ha dejado atrás los afectos comunitarios y ha logrado enaltecer la racionalidad. Esta forma de racionalidad es propia del capitalismo o de la economía de mercado, motiva los actos del intercambio, los que a su vez están motivados por el modo en que los individuos han ido mentando la sociedad y las relaciones humanas que en ella toman lugar. La racionalidad instrumental adquiere forma en la sociedad, en donde los lazos sanguíneos, afectivos, tradicionales y estamentales

Como análisis cohesionador de los autores antes mencionados, Giddens, lleva a cabo un estudio relativo a las diferencias y similitudes que se presentan en la teoría capitalista argumentadas tanto por Marx como por Weber. A este respecto Giddens, reconoce lo complejo de encontrar las divergencias y semejanzas entre estos dos autores, señalando que lo primero que hay que tener en cuenta es que Weber escribe sus obras no como un crítico más a los postulados de Marx, sino más bien en respuesta a todos los autores que siguen la línea marxista, “formaba parte de un debate en el que aparecía una fuerza- el marxismo- que jugó un papel político e intelectual en la Alemania imperial”.[5]

En su obra se distinguen opiniones a aspectos importantes y clásicos de la teoría marxista, denotando que para ambos autores tenía una gran importancia la interpretación del desarrollo del capitalismo moderno en Europa, dando una importante notoriedad al contexto, es decir, a los cambios y el desarrollo político y social de Alemania en el siglo XIX.

Todo este proceso de cambio que sufre Alemania hay que verlo desde la óptica posterior a la unificación política y territorial, además de las características de su estructura social y económica que seguían latentes aún tras ese proceso, y que unido al contexto de otros países como Francia y Gran Bretaña, hacían reflexionar a Marx en cuanto que a su país aún le faltaban las condiciones objetivas para que se diera la lucha de clases, ya que aún no existía un proletariado como tal, de echo en 1844 Marx señala: “la emancipación parcial es la base de la emancipación completa, pero en Alemania, mucho menos desarrollada, es una emancipación progresiva; era imposible, la única posibilidad de avance la ofrecía la revolución radical”. [6]

Aún cuando el contexto Alemán no mostraba las condiciones para hacer efectivo el cambio propuesto por Marx, un atisbo de esto se ve en las revueltas de 1848[7], acontecimientos que trazan una línea de conexión entre Marx y Weber.

Una de las diferencias sustanciales entre estos dos autores radica al valor que le dan tan diferenciado a la clase obrera, mientras que para Marx es la clase oprimida por la clase dueña de los modos de producción capitalista y encargada de librar la lucha por transformar el orden económico, para Weber la clase obrera era una clase inmadura e incapaz de dirigir la nación, en parte por que su fervor revolucionario sería absorbido por la estructura estatal, además Weber ve a la clase obrera como una estratificación más, o sea entiende que hay una jerarquía que diferenciaría a los trabajadores, marcada por una división de intereses, algo que en Marx no se denota, ya que para él la clase trabajadora era una sola clase universal, unida por todos sus padecimientos.

Weber empalizaba más con marxistas revisionistas, aceptando al igual que Berstein que “el capitalismo no se caracterizaba por una diferenciación progresiva entre una minoría cada vez más opulenta y una masa cada vez más “pauperizada”, (…), y que no había signos de un inminente hundimiento cataclísmico del capitalismo”[8], algo que claramente marca una divergencia con lo que Marx postula a lo largo de toda su obra, en el caso de la lucha de clases antagónicas enmarcadas en la producción capitalista. Finalmente Marx, creía que el capitalismo podía ser trascendido, y así sería por una nueva forma de sociedad, y Weber que lo presencio en la Alemania industrial, bajo una racionalidad formal de la burocracia que hacía posible la realización técnica, cayendo en una especie de determinismo que lo hace similar al que evidencia Marx en su obra, en cuanto a la economía como el factor esencial del conflicto social en la historia.

Bibliografía

Durkheim, Emil. La división del trabajo social. México: Ediciones Colofón, 1993.

Giddens, Anthony. Política, sociología y teoría social reflexiones sobre el pensamiento social clásico y contemporáneo. Barcelona: Editorial Paidós, 1997.

Weber, Max. Economía y sociedad. Colombia: Fondo de Cultura Económica, 1997.

Sweezy, Paul. Teoría del desarrollo capitalista. México: Fondo de Cultura Económica, 1973.


[1] Durkheim, Emil: “La división del trabajo social”, Ediciones Colofon, México, 1993. p. 417.

[2] Ibíd. p. 419.

[3] Weber, Max. Economía y sociedad. Colombia: Fondo de Cultura Económica, 1997. Pág. 493

[4] Ibíd., Pág. 494.

[5] Giddens, Anthony. Política, sociología y teoría social reflexiones sobre el pensamiento social clásico y contemporáneo. Barcelona: Editorial Paidós, 1997. Pág. 67.

[6] Ibíd. Pág. 68.

[7] Revueltas que consiguieron que se instauraran ciertas reformas sociales y políticas en Alemania, que hicieron avanzar al país lejos del sistema imperante, aunque sin ser todo lo radical que Marx hubiese querido.

[8] Giddens, Anthony. Política, sociología y teoría social reflexiones sobre el pensamiento social clásico y contemporáneo. Barcelona: Editorial Paidós, 1997. Pág. 76.